Son lugares enormes y laberínticos, sólo accesibles a los iniciados en la gran empresa de la conquista de la libertad perdida. Con Orson Welles en el papel del Barón Harkonnen y Salvador Dalí como emperador Shaddam, solidez y extravagancia se habrían combinado en una explosiva e insólita producción. Una gota de agua que salpica un charco, el rostro de Chani, su futura amante Fremen, las visiones de futuras confrontaciones, la exploración, por parte de Paul, de los territorios prohibidos sólo accesibles a los dioses, se interpretan fácilmente como visiones prescientes, propias de los héroes de los grandes poemas épicos. La colectividad Fremen encarna un conjunto de valores morales de carácter universal: la justicia, la solidaridad y la ecología. En 1999, Brian Herbert, hijo del autor, se asocia con Kevin Anderson para dar impulso a la máquina más productiva de libros de los últimos tiempos. Por ejemplo, se relatan con detalle y explicaciones las experiencias rituales de Paul con el Agua de la Vida, aunque los fuegos artificiales que ilustran su viaje mental son para taparse los ojos. Título original: Dune. El poder se encuentra en manos de tres grandes casas: los mencionados Atreides y los Harkonnen, que habitan y controlan el planeta Giedi Prime, ambas familias bajo las órdenes del emperador Padishah Shaddam IV, de la casa Corrino. La imposibilidad de acordarte de tanto nombre.
Las palabras de Leto y Ghamina están cargadas de trascendencia: Leto: El desierto se mueve… naceremos de las cenizas. Si la novela pecaba por defecto de información y de claridad, el filme añade a este fallo el de alargar excesivamente algunas secuencias y comprimir demasiado otras, de manera que, además de confusión, produce aburrimiento en el espectador. Año: 1984. ¿Se puede pedir más?

Es el único planeta donde se encuentra la especia, una potente droga que es indispensable para los vuelos espaciales. El director  expresó de forma manifiesta su repudio a la película pretendiendo que su nombre no figurara en los títulos de crédito y que aparecieran los de Alan Smithee y Judas Boot —pseudónimos de  los que desean mantener a toda costa el anonimato— como responsables de la dirección y del guión respectivamente. Este entorno natural, seña de identidad del planeta amarillo, contrasta con los grises y negros pétreos de las viviendas escavadas por los pueblos del desierto. Tampoco su capacidad para la manipulación genética, el control de la química corporal, las formas mentales de lucha o entrenamiento Prana-bindu, y el poder de la voz como forma de dominio. Si nos fijamos en el vestuario, las incoherencias se acumulan.

Quizá las adaptaciones cinematográficas que han pretendido “rellenar” los vacíos argumentales de la novela, han empeorado lo que en su inicio ya no estaba bien, como esas enfermedades genéticas que los padres transmiten a sus hijos. En este contexto tan pulido de corte clásico tendente a barroco resultan chocantes los artilugios “científico-ficcionales” como el bruñido robot luchador con incrustaciones y relieves decorativos o el cazador buscador teledirigido con que los Harkonnen pretendían asesinar a Paul. El Duque Leto (Jürgen Prochnow) es la versión adulta del estereotipo, y el joven Paul Atreides (Kyle MacLachlan), la del héroe en formación y empeñado en la búsqueda de su destino.